Escribir estas palabras me rompe el corazón, porque decirte adiós es lo más difícil que he tenido que hacer. Fuiste mucho más que mi perrita: fuiste mi sombra, mi alegría, mi pequeña compañera, la que llenaba cada día de luz con su energía y cariño. Esas miraditas llenas de dulzura, tus saltitos cuando llegaba a casa, y esas travesuras que me hacían reír incluso cuando intentaba ponerme seria… vivirán por siempre en mi memoria.
Gracias, Kyra, por cada instante que compartimos. Por las mañanas en que me despertabas con tus lamidas, o ese meneo de cola que parecía no tener fin. Por los paseos en los que explorábamos juntas, como si el mundo fuera nuestro. Y por esas noches en que te acurrucabas cerca, dándome calma sin necesitar palabras. Tu amor puro y desinteresado me enseñó lo que es querer de verdad, sin condiciones.
Sé que nuestro tiempo juntas fue un tesoro, y aunque duele tanto dejarte ir, quiero que sepas que fuiste mi felicidad más grande. Espero que hayas sentido todo el amor que traté de darte, porque tú me diste un universo entero de cariño. Imagino que ahora estás en un lugar hermoso, corriendo libre, persiguiendo mariposas o durmiendo bajo un rayo de sol, con esa paz que solo tú sabías transmitir.
Te llevaré siempre en mi corazón, Kyra. Gracias por ser mi mejor amiga, mi pequeña protectora, mi todo. Hasta que nos volvamos a encontrar, mi alma será tu hogar.