LUCY

04/09/2020

Lucy: Espero, si el cielo de verdad existe, que cuando yo muera me recibas como lo hacías en casa. Espero que para entonces ya me hayas perdonado por no haberte podido salvar anoche. Me siento responsable de tu muerte porque no era ese el final que te tocaba. Aunque estabas ya muy enferma, no era así como esperaba que murieras. Siento no haberte podido practicar bien la maniobra para evitar que te asfixiaras con un trozo de tarta de queso que yo misma te dí. No pensé que sería demasiado grande y con tu gran ansia de comer producida por tu enfermedad y medicación hizo que la tragaras de un golpe. Cuando logré sacarte el trozo ya era demasiado tarde.

Gracias por todo lo vivido contigo. Fuiste mi perro, el que yo eduqué, el que me ha dado siempre alegrías cuando no había nadie más en mi familia y presentado nuevos amigos. Siempre serás la hermana mayor para mis hijos que te echarán de menos porque fuiste también su amiga y compañera de juegos. Los recibiste dulcemente, jamás les hiciste daño, gracias a tí se motivaron a caminar y contigo han aprendido a ser tiernos, sensibles y responsables. El primer “te quiero” te lo dijeron a tí, al igual que fuiste tú quien recibió sus primeros besos y abrazos. Incluso al recibir tus cenizas Adrián ha querido besarlas por su propia iniciativa. Te hemos querido muchísimo y me queda la satisfacción de haberte dado los mejores cuidados desde que te conocí en aquella hípica de Palau. Allí naciste y en el mismo lugar mueres.

Te ha querido mucha gente: compañeros de oficina del amito, vecinos, amigos, niños de la guardería de Adrián y Edgar y resto de familia.

Ahora podrás correr con tu amiga Betty. Yo tendré la sensación por mucho tiempo de que me sigues a todas partes y me entristeceré al echarte de menos. Sin duda no te olvidaremos y mil veces gracias por haber sido tan buen perro durante casi doce años. Siempre te querré.