Leia, alma blanca, fuiste una compañera fiel, cariñosa hasta el extremo, siempre sabías cuándo se necesitaba un mimo o simplemente tu silenciosa compañía. Tu presencia lo llenaba todo, con esa energía dulce que sólo los seres especiales saben transmitir.
Al recordarte, la tristeza se mezcla con gratitud. Porque haberte tenido en nuestras vidas fue un regalo. Porque tu amor sigue vivo en cada rincón de casa, en cada paseo, en cada lugar al que fuimos y en cada caricia.
Gracias, Leia, por enseñarnos tanto. Por tu lealtad, tu alegría y por ese amor sin condiciones. Siempre serás parte de nosotros. Siempre serás luz blanca y cálida en nuestro corazón. Te queremos y extrañamos mucho.