GILDA

23/08/2018

Mi princesa pelirroja estaba cansada; muy cansada e impaciente por saber qué le esperaba más allá de las estrellas. Y por eso, aunque sé que le supo mal, se fue sin esperarme. Nos desencontramos por tan solo tres días, cuando le faltaba menos de un mes para cumplir veinte años, pero la perdono porque olvidé decirle cuándo volvería de mis vacaciones.

Se fue sin ruido, como había vivido; con su paso ponderado, con su porte de gran dama, con su dignidad intacta y su belleza intemporal como un desafío a la precariedad de la materia. Se fue con la serenidad profunda e insondable de su espíritu felino. Esa serenidad que su sola presencia podía comunicarme, que tanto apreciaba y que tantísimo echaré de menos.

Hasta siempre, mi preciosa Gilda. Que las estrellas te acojan y te hagan un sitio para pasar cómodamente la eternidad. Cada noche buscaré entre ellas tus ojazos color miel&